Fue religioso del hábito de Santiago, Capellán de Honor y Predicador del Rey, Dignidad de Chantre y Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Cuenca, Procurador General de las Órdenes Militares, Examinador Sinodal, Consejero de Estado e Inquisidor.
Nacido en Salmerón el 10 de febrero de 1759, fue bautizado solemnemente el 20 del mismo mes por el párroco del pueblo, don Joseph de la Llana y Novar, actuando como padrino el hermano mayor del neonato, Bernardo, a la sazón de once años. Era Guillermo hijo de don Antonio Hualde Falcón, natural de Salmerón y de Josefa Falcón Cañas, natural de Budia, ambos de familias hidalgas y con cierto parentesco entre sí.
El padre, don Antonio, pertenecía a la séptima generación de este apellido en la villa, procedente de un don Juan de Hualde, que se avecindó en Salmerón llegado del Reino de Navarra y ganó ejecutoria de hidalguía en 1538.
Don Antonio pudo situar bien al menos a varios de sus numerosos hijos: a un jovencísimo Guillermo, que no había cumplido los quince años, junto con su primo paterno Jacinto Hualde Molina, se le presentó a pruebas para entrar en los religiosos de la Orden de Santiago en el Monasterio de Uclés, lo que marcaría el comienzo de su trayectoria como eclesiástico y después como político.
Estudió también en el Colegio Militar del Rey de la Universidad de Salamanca, por el que fue bachiller en Filosofía y Teología y en que llegó a ostentar el cargo de Rector.
Entre 1798 y 1803 ocupó una canongía en Valencia, pasando después a ejercer, asimismo, como canónigo en la catedral de Cuenca, en el Obispado al que pertenecía su pueblo natal, y en esta sede además tuvo la condición de Chantre.
Su llegada a la política está unida a la Guerra de la Independencia, pues, siendo Diputado por Cuenca, se encontraba en Cádiz a mitad de 1810, en el momento de las famosas Cortes de esta ciudad. Precisamente él y el conde de Toreno fueron los encargados de redactar y presentar un documento ante la Regencia para, en nombre de las Juntas Provinciales, solicitar la prometida convocatoria de dichas Cortes. Pese a su ideología reaccionaria y a ser un “grande apostólico”, en palabras de Nicomedes-Pastor Díaz, fue el más celoso en reclamar la existencia de una sola cámara.
Fue cofundador y redactor del periódico reaccionario El Procurador General de la Nación y del Rey, que se publicó entre 1812 y 1824, que pretendía exaltar el vínculo indisoluble entre nación, absolutismo monárquico y religión católica y combatir furibundamente el liberalismo. Posiblemente su formación escolástica hizo que se le reconociera como una de las mejores plumas al servicio del absolutismo.
Favorecido por Fernando VII, que le concede en 1814 la jubilación de su cargo de Procurador General de las Órdenes Militares, en 1816 se presentó a pruebas para Oficial del Santo Oficio. Sabemos que en 1820 reside en la Villa y Corte, en la calle Luzón.
Concluido el trienio Liberal, en 1923 formó parte Junta de Purificación junto con Antonio Alcalá Galiano, León de la Cámara y Francisco Ezequiel Bárcena, para depurar los cargos nombrados en los años liberales.
Llegado a Consejero de Estado, en esa función participó en una comisión encargada de las gestiones políticas que intentaban recuperar la soberanía española sobre los territorios americanos independizados, concretamente, los Estados Unidos. Dicha comisión la componían, junto con Hualde, José de Ibarra y el Duque del Parque.
Cesó en su cargo de Consejero de Estado en 1826, sin que sepamos mucho de su vida en sus últimos años, en los que, seguramente, volvería a su pueblo, donde falleció en 1832, un año antes que el monarca absolutista.
Conoció a ilustrados como Jovellanos, quien le cita en sus memorias, pese a las diferencias ideológicas.
Es evidente que su ideario sostuvo uno de los periodos más nefastos de la historia de España, aunque, por lo poco que dejó dicho su coetáneo y rival político, José García de León y Pizarro, fue persona inteligente, aunque maliciosa:
“Don Guillermo Hualde tenía muchísimo más talento, y atacaba con más maestría independencia, y con más malicia y acrimonia”
“El Sr. Hualde , con más talento y redoblada malicia, atacaba mis proposiciones”
(Memorias de la Vida del Excxo, Sinor D. José García de León y Pizarro, 1896, pp. 115 y 144)
A su entierro, situado en la iglesia de Salmerón, en el Presbiterio, en el lado del Evangelio, a once pasos del altar de San Nicolás, acudió numeroso público.
Para completar el cuadro de su familia más próxima, conviene señalar que su hermano, don Antonio Ruperto Hualde Falcón, fue Abad Mayor de la Colegiata de la villa de Salmerón y encargado de la Tercia, (las tercias reales eran un ingreso concedido por la Iglesia a la Corona de Castilla y más tarde a la Monarquía Hispánica), que aún perdura en el nombre de una calle de nuestro pueblo, aneja a la iglesia. También tenemos noticias del ”carácter terrible” de este personaje, según lo cuenta en su epistolario don Juan Francisco Pascual, boticario de Salmerón y administrador de las rentas del Duque del Infantado durante la Guerra de la Independencia.
Por su parte, el hermano mayor, don Bernardo Hualde Falcón, casó con doña Paula Falcón de Salcedo en Sigüenza, donde se avecindó y ganó pleito de hidalguía en 1797.
Finalmente, su hermano Joaquín, casado en Salmerón con Paula de Trúpita, será padre de otro curioso personaje del que trataremos en siguientes entregas.
Ah, para quienes tengan curiosidad en la coincidencia del apellido de don Guillermo y el mío, diré que, efectivamente, procedemos de un ancestro común, el mencionado don Juan de Hualde y Aranceta, que llegó a Salmerón desde Hozta (Reino de Navarra, hoy en el sur de Francia) en 1538, pero que esta rama familiar se dividió en dos en el siglo XVII: la del mayorazgo, don Pedro de Hualde y Navarro, de la que procedo por línea directa, y la de don Francisco Hualde y Navarro, el hermano menor, del que desciende don Guillermo. En definitiva, el bisabuelo de don Guillermo y mi octavo abuelo eran hermanos.