San Matías es el segundo patrón de Salmerón, después del Santo Cristo de la Buena Muerte. Su fiesta se celebraba tradicionalmente el 24 de febrero o el 25, si el año era bisiesto, aunque ya hace unas décadas la Iglesia trasladó la fiesta de este santo al día 14 de mayo. No sabemos de qué fecha data el patronazgo del santo en la villa, y el único documento que tenemos son las ruinas de lo que fue su ermita en lo alto del monte que lleva su nombre.

Esta ermita, junto con la de la Virgen del Puerto, la única sobreviviente de las casi una decena que llegó a haber en la villa, tenía una planta rectangular, de la que aún se conservan las paredes y la puerta adintelada. Justo en el dintel está grabada la fecha de su construcción, en 1631, por lo que suponemos que es éste el momento en el que fue proclamado San Matías como patrón del pueblo, ya que en las relaciones de ermitas que se conservan del siglo anterior no aparece relacionada ninguna dedicada a este santo que nos permita suponer que el edificio conservado sustituía a otro anterior.

Sobre los sillares de la portada se encuentran, asimismo, grabados dos signos, uno de los cuales es un «calvario», muy frecuentemente utilizado como símbolo de protección.

El lugar en el que se alza la ermita, a 1.100 metros de altura, es ciertamente espectacular y coincide con un punto del paso del Camino de Santiago por la Ruta de la Lana entre Salmerón y el hoy despoblado Villaescusa de Palositos. Desde allí se puede observar un hermoso panorama de toda la Hoya del Infantado.

Unos pasos más abajo de la ermita se conserva aún la Fuente de San Matías, tradicionalmente muy apreciada por sus aguas.
El polígrafo y arqueólogo decimonónico Basilio Sebastián Castellanos de Losada nos dejó una bonita descripción de este escarpado lugar en su libro Trillo. Manual del Bañista, de 1851.

El mismo autor, en su largo poema titulado Recuerdos de Salmerón (1850), hace referencia a la construcción de la ermita en fechas antiguas por parte de los salmeronenses y a que, en el momento en que él visita el pueblo, la edificación está derruida y la imagen de San Matías que en ella se veneraba había sido llevada a la iglesia de la localidad. Por lo que comenta Castellanos en su obra, el culto a San Matías se limitaba ya, a mitad del XIX, al día de su fiesta. Ignoramos si entre 1631, fecha en que se erigió la ermita, y la fecha de su abandono existió alguna romería o celebración especial el día del santo, aunque suponemos que pudo ser así.


Lo que sí sabemos es que, un año antes de que Castellanos de Losada visitara el lugar, la ermita, ya derruida, había salido a pública subasta, según se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara de 16 de noviembre de 1849:

Obtuvieron el remate de la ermita y su terreno los salmeronenses Fausto Saiz y Juan González, pero el edificio, pese a lo consignado en el anuncio de la subasta, no fue restaurado. En algún momento pasó a ser propiedad de la familia Culebras, que ya eran dueños de los terrenos linderos del monte que antes de las desamortizaciones había sido propio del Concejo.
En la actualidad, monte y ruinas pertenecen a los herederos de esta familia y, al tratarse de patrimonio particular, es imposible hacer ninguna intervención para consolidar las ruinas. Nos queda únicamente la posibilidad de subir en excursión hasta el monte de San Matías, contemplar los restos de su ermita y admirar el panorama que desde allí se percibe, como otrora lo hiciera el arqueólogo, apasionado por la «pintoresca Alcarria», Basilio Sebastián Castellanos de Losada.