Salmerón tiene una peculiar característica urbanística que lo diferencia de otros muchos pueblos y es que tiene dos plazas unidas por la enorme mole de su templo parroquial: la Plaza Mayor y la que hoy se llama Plaza de la Reina María Cristina. En efecto, la fachada sur de la iglesia da a un espacio muy amplio que en el presente se divide entre lo que llamamos jardín de la iglesia, la Pista y la Plaza de la Reina María Cristina. El ábside del templo, al oeste, cierra el espacio trapezoidal de su magnífica Plaza Mayor soportalada. Pero es menos conocido el hecho de que la Plaza de la Reina María Cristina no siempre tuvo este nombre.
En el siglo XIX, cuando se puso nombre a las calles y plazas de Salmerón, se llamaba Plaza de la Alameda, probablemente por los siete olmos, que es el nombre que reciben los álamos negros, que estaban plantados en su terreno y que aún están señalados en los planos más antiguos que se conservan del Salmerón, de 1914. Al menos tres de estos frondosos árboles sobrevivieron en nuestra querida Pista hasta los años 80 la grafiosis acabó con ellos. En esta plaza, que está en la propia entrada del pueblo, dejaban sus caballerías, a principios del siglo XX, aquellos comerciantes que venían a vender su mercancía en la Plaza Mayor que, en esa época, cosas de la política, se llamaba oficialmente Plaza de la Constitución. El nombre de la Plaza de la Alameda, por su parte, se conservó hasta 1929. El cambio de nombre también vino impuesto “desde arriba” y el motivo fue el siguiente: el día 6 de febrero de 1929 moría en Madrid la reina María Cristina de Habsburgo, segunda esposa de Alfonso XII, que ejerció la regencia durante la minoría de edad de su hijo Alfonso XIII. El Gobierno Civil, pocos días después del suceso, emitió una circular, recogida en el Boletín Oficial de Guadalajara del día 18 de febrero de ese año 29, para que los pueblos de la provincia cambiasen el nombre de alguna de sus plazas o vías principales por el de la reina difunta. De hecho, en la Biblioteca Real se conservan las cartas de las alcaldías constitucionales de cada uno de los partidos en que se dividía la provincia, en las que se manifiesta haber dado el nombre de la reina a una de sus calles principales. En la actualidad la plaza conserva al menos un edificio de interesante construcción tradicional, hace más de una década que fue adoquinada, cuenta con la sombra de unos arbolitos que no pueden sustituir a los antiguos olmos de La Pista y permite una panorámica privilegiada de la iglesia parroquial.
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