Breve historia del convento de Agustinos de Sta. María del Puerto

Breve historia del convento de Agustinos de Sta. María del Puerto

Hemos rescatado de distintos archivos españoles los datos que hay disponibles sobre el antiguo convento de agustinos de Santa María del Puerto del Salmerón, del que hoy sólo queda un lejano recuerdo.

I. LA LEYENDA

La leyenda y la historia se entrecruzan en las noticias que se tienen de lo que fue el antiguo convento de agustinos de Santa María del Puerto de Salmerón. Sus ruinas aún podían verse en el lado izquierdo de la carretera que conduce al pueblo, junto a una pequeña ermita, hasta hace pocos años. La leyenda local que escuchamos de boca de nuestros abuelos es la siguiente: yendo de cacería un caballero llamado Gil Martínez, al pasar junto a la ermita de la Virgen, vió una enorme serpiente que salía de una cueva que hay en un cerro cercano, hoy denominado por ello «Cerro de la Sierpe». Ante la actitud amenazadora del animal, nuestro caballero se encomendó a la Virgen bajo la advocación que daba nombre a la ermita, diciendo «Virgen del Puerto, si me sacas de este apuro te hago un convento, con sus agustinos dentro». Acto seguido echó mano al cinto, donde llevaba un espejo e hizo que la sierpe se viera reflejada en él y, espantado el animal ante su propia imagen, Gil Martínez logró darle muerte con su espada. En cumplimiento de su promesa habría edificado el convento que durante siglos estuvo anejo a la ermita. Hasta aquí la leyenda. Una versión de ella, escrita por el párroco que tenía Samerón en 1758, Don Carlos Moreno Colmenar, es la siguientes:

«…como de un quarto de legua tiene un Convento de Religiosos Agustinos Calzados fundado por el año 1300 por Gil Martínez de Espejo(*), Mayordomo que fue del antiguo Ynfante Dn. Manuel, con motivo del milagro que Nª S. del Puerto, titular de dicho Convento obró con el dicho, y fue que viniendo a cobrar las rentas de su Amo, y pasando por una espesura donde estaba la Hermita de la Señora, le salió una horrorosa sierpe y a la invocación de la Señora, con la promesa de fundar el dicho Convento logró entrarle la lanza por su garganta quitándola la vida. Assi consta en el referido Convento».

(*)Moreno Colmenar es la única fuente que nos trasmite un segundo apellido para el personaje. Dado que las fuentes históricas fidedignas sólo trasmiten el primero, es de suponer que el segundo se lo atribuyera la tradición por ser un espejo precisamente el objeto con que el caballero logró vencer al reptil.

Fresco que decora la ermita y rememora la leyenda de Gil Martínez

Otra versión parecida nos la ofrece, en 1624, el licenciado Baltasar Porreño:

«Sucedió, pues, que un caballero que era despensero mayor de don Ju(an), hijo del infante Don Manuel, y se llamaba Gil Martínez, andando un día a caza por estas tierras, llego a este puerto y le salio un animal de los feroces que en el había, que diçen era una sierpe, la qual acometió a el para despedazarle, y el caballero viéndose afligido [pidió] socorro al çielo invocando el favor de la Virgen sanctisima, a quien prometió, si le libraba de aquel peligro, hacerle un convento de religiosos en aquel mismo lugar; y fue caso milagroso que estando el caballero ya casi rendido de la serpiente se le apareçio la virgen María nuestra señora, que según algunos diçen es la imagen que hoy día se llama Nuestra señora de Afuera, la qual está fuera del convento en una ermita, o humilladero junto a él, y en señal del amor que le tenía lo defendió, y amparó del peligro en que estaba, a la qual merced agradecido el dicho caballero, en cumplimiento de su promesa, edifico este convento (…)«

Y, en efecto, la existencia de Gil Martínez está históricamente comprobada. Fue dicho señor Despensero Mayor del Infante Don Juan Manuel, quien, como es sabido, tuvo una fortaleza situada en un cerro al sur del pueblo, donde actualmente se encuentra el cementerio. El propio Infante le menciona en ditintas ocasiones en su correspondencia y, asimismo, nos trasmiten su nombre las distintas fuentes documentales a las que podemos acudir para indagar sobre los avatares de este convento: Las Centurias de Fray Jerónimo Román (1569), la Historia del Convento de San Agustín de Salamanca de Fray Tomás de Herrera (1652) y un documento inédito de este mismo autor agustino, amén de diversos manuscritos del licenciado Baltasar Porreño, también del siglo XVII.  

II. DATOS HISTÓRICOS SOBRE LA FUNDACIÓN Y VIDA DEL CONVENTO

La mayor parte de los datos sitúan la fundación del convento en la primera mitad del siglo XIV: parece que en la Crónica de la Orden de San Agustín de Iosepho Panphilo se señala el año 1337 como fecha fundacional, frente a lo que Fray Jerónimo Román apunta a 1342, pero Fray Tomás de Herrera, el autor que más trabajó sobre la vida de este cenobio, asegura que en 1337 la santa casa estaba ya fundada, según él mismo había constatado en documentos que guardaba el archivo del convento.

Nuestro monasterio debió de gozar de una regular importancia en la Baja Edad Media y primer Renacimiento, siendo el segundo reducto agustino de la diócesis de Cuenca por su antigüedad, después del de Castillo de Garcimuñoz, fundado por Don Juan Manuel en 1326. Pecisamente el Padre Herrera, que desdeña tomar en consideración la leyenda del caballero y la serpiente, cree que Gil Martínez fundó el monasterio de Salmerón a imitación de lo que su señor había hecho unos diez años antes en la mencionada villa conquense:«No se puede averiguar el año de la fundación; pero parece que auiendo don Iuan Manuel, hijo del Infante don Manuel, fundado el Conuento de Castillo de Gawrci Muñoz el año de 1326 aimitación suya fundó poco después el de Salmerón Gil Martínez, que era su despensero mayor» Sin embargo, otros autores como González Dávila en su Teatro Eclesiástico, retrasan la fundación hasta 1499, sin duda confundiendo la fecha de fundación con el momento en que la comunidad se «reduce a la observancia», es decir, se une, como otros conventos, al movimiento de reforma de los Agustinos que tanto alentaron por estas fechas los Reyes Católicos. Así nos lo hace saber el Padre Román basándose en un documento que obra en su poder y, con más detalle, nos lo narra Fray Tomás de Herrera:

«Auía este Conuento, como los de mas de España, degenerado de la primera Obseruancia, y vida regular, daxandose llevar del alago de la licenciosa anchura de la vida claustral; pero con las diligencias, que por orden del Sumo Pontifice, y de los Reyes Catolicos se hazian para extinguir la Claustra, y introduzir la Obseruancia, el año de 1499 se reduxo y vnio a la Congregación de España».

Y es que  apenas siglo y medio después de su fundación sufrió nuestro monasterio la primera crisis. En efecto, la relajación de costumbres y la falta de espiritualidad de los frailes que se observa hacia finales del siglo XIV –algunos  autores lo achacan a la crisis general que produjo en la sociedad la llamada “peste negra”- hacen que la Orden se divida entre “claustrales” (frailes inmovilistas que prefieren la vida cómoda y llena de privilegios) y los “observantes” o reformadores, que preconizan el regreso a una mayor espiritualidad. A finales del siglo XV, el monasterio de Santa María del Puerto se encuentra en una decadencia tal que había llagado a ser ocupado por un cierto Pedro de Peralta, vecino de Buendía, y por otros individuos de lugares cercanos que usurparon los vienes monacales.

En este estado de cosas, Fray Antonio de Fuentes, vicario general de los Agustinos Observantes de Castilla, se propone reformar el convento conforme a la nueva regla. Hasta este momento había sido prior de la casa de religiosos Fray Juan de Villadiego, que pertenecía a la corriente de los “claustrales” y se oponía a la reforma. Para impedirla, el Padre Villadiego, depuesto ya de su cargo de prior, viaja a Roma con el fin de conseguir bulas que abortasen la renovación del convento. El nuevo prior, fray Alfonso de Morales se queja de la situación ante los Reyes Católicos:

se teme e reçela que el dicho fray Juan de Villadiego…le ynquiera o molestara sobre el dicho priorazgo e bienes del dicho monasterio, e que asy mismo los dichos Pedro de Peralta e Arias de Parraga e otras algunas personas no le querrán dar nin entregar los dichos bienes que asy tienen, pertenecientes al dicho monasterio”.

Los monarcas, apasionados promotores de la implantación de la Observancia, mandan, con fecha de noviembre de 1494, que se dé protección a fray Alfonso de Morales para que disponga libremente de su priorazgo y, asimismo que los vecinos que habían usurpado los bienes del convento los devuelvan. En 1504 se Celebra en Toledo un Capítulo extraordinario de la Congregación , a causa del aumento del número de conventos Agustinos en España, se divide el territorio agustino en cuatro provincias: la de Salamanca, la de Burgos, la de Sevilla y la de Toledo. El convento de Salmerón quedará incluido en esta última, al frente de la cual se encontraba el prior del convento que la Orden tenía en Toledo y que debía actuar como Visitador de las casas agustinas de su circunscripción.

Ruinas de ermita y convento, años 40. Foto familia Navarro
Ruinas de las dependencias del convento a comienzo de los años 70. Foto familia Hualde

En cualquier caso, de la relevancia de este enclave monástico hablan los distintos privilegios civiles y bulas eclesiásticas de que gozó: El rey Alfonso XI concedió que los religiosos y los criados de este convento «no pagasen portazgos, ni derechos de ningunas cosas que llevasen por sus reinos», por privilegio dado en Madrid a seis de marzo de 1337 y que es confirmado por su hijo Pedro I en Valladolid a 30 de octubre de 1351.

Don Juan Manuel dió al convento 1500 maravedís de renta «pagados en la villa de Salmerón, sobre el tributo que llaman la Martiniega»(*), para el vestuario de los religiosos. Lo firmó en Sevilla a 15 de octubre de 1340 y lo confirman Alfonso XI en Sevilla a 12 de octubre de 1341 y Pedro I en Valladolid a 30 de octubre de 1351. También el rey Alfonso XI concedió al convento cinco cahíces de sal de las salinas de Atienza cada año, cada cahíz de dieciocho fanegas

“por bien de facer merced y limosna al Prior y al convento del monesterio de Santa María del Puerto de la orden de San Agustín, que es cerca de Salmerón de Suso”

merced que fue firmada en Algeciras a 10 de abril de 1343 y que confirmaron la reina Juana la Loca, en Burgos a 24 dediciembre de 1511; Felipe II, en Madrid a 15 de marzo de1562; Felipe III, en San Martín de la Vega a 22 de enero de 1599 y Felipe IV, en Madrid a 27 de abril de 1623. Enrique II concedió al convento que pudiera tener doce criados “los cuales sean libres de pechos y alcabalas y repartimientos” en todos los lugares de sus Reinos, mientras permanecieran al servicio del convento y que si faltase alguno siempre se pudiera completar el número de doce. Esta merced se fechó en Valladolid, a veintiseís de marzo de 1371 y la confirmó Juan II, en Alcalá de Henares a seis de abril de 1408. Asimismo, Enrique II, poco más de tres meses antes de morir, confirmó todos los privilegios y mercedes previas del convento, en Burgos a siete de febrero de 1379. Lo mismo hicieron Juan II, en Alcalá de Henares a 20 de marzo de 1408 y Enrique IV, en Medina del Campo a 18 de mayo de 1456. El Papa Sixto IV, en 1489, concedió muchas gracias espirituales a los que visitasen esta imagen. En el siglo XVII, Baltasar Porreño, escritor y cura de las villas de Sacedón y Córcoles, que dejó muchas noticias sobre el obispado de Cuenca, en una obra manuscrita de 1624 nos legó interesantes datos sobre el “santuario de Nuestra Señora del Puerto de los frailes agustinos de Salmerón”. Se hace eco el clérigo conquense de la leyenda de la serpiente y de la fundación del monasterio por Gil Martínez, quien, a decir de Porreño, murió estando labrando la devota casa, pero llegó a ver concluidos el claustro, el refectorio y la iglesia, en cuya capilla mayor fue enterrado. También nos cuenta este cronista una tradición de la que, a juzgar por los documentos que hemos consutado, ya no había memoria en el siglo XIX: la existencia en nuestro convento del cuerpo incorrupto de Santa Isabel de Hungría, de la que afirma el licenciado Porreño “cuyo cuerpo se halló edificando un quarto de la casa…..en la parte donde ahora está la sacristía….el qual santo cuerpo e tocado con mis manos”. Nos habla también sobre la devoción que toda esta tierra tenía por la santa, sobre cómo había realizado numerosos milagros y cómo se sacaba su cuerpo en rogativas para pedir agua, caso de 1621, tres años antes de que el autor nos lo contara. Pero lo que no se nos dice es cómo llegó el cuerpo de la santa (muerta en Mausburgen en 1225) hasta Salmerón, así como tampoco nosotros hemos podido hasta el momento averiguar qué fue de la venerada momia, tal vez perdida en alguna revuelta, en las guerras del XVIII o XIX o durante alguna de las exclaustraciones

La ermita junto a los restos del convento, años 60. Foto Francisco García Ortiz

(**). Con la hacienda de este convento se edificó el Colegio de San Agustín de la Universidad de Alcalá, al que sustentó además por muchos años. Cuando se dividió la provincia Agustina de Andalucía quedó incluido en ella. Nuestro convento sustentó siempre estudio de gramática y artes, alternándose por trienios. Su renta, en época de Porreño, era de 3000 reales, 200 fanegas de trigo, 9000 vides y 1500 olivos, para el sustento de los doce religiosos que componían la comunidad. Los tiempos cambiarían con los avatares políticos del siglo XIX. (*)Llamada así porque se pagaba el día de san Martín. (**)Recuérdese que los conventos españoles sufrieron dos excalustraciones antes de la Desamortización de Mendizábal: durante la Guerra de Independencia y durante el Trienio Liberal.

III. DECADENCIA DEL CONVENTO: LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LA DESAMORTIZACIÓN

Dura fue la vida de nuestro monasterio desde los comienzos del siglo XIX: La Guerra de Independencia que tanto daño hizo a nuestra provincia debió de dejarlo empobrecido y maltrecho. Es preciso recordar que, durante la ocupación francesa, tanto Salmerón como el resto de la Hoya del Infantado fueron arrasados alternativamente por los ocupadores y por los insurrectos. La devastación de los pueblos llega también a los lugares sagrados, como nos relata la crónica de un soldado francés y que puede aplicarse a cualquier lugar de la península:

«Hasta las pobres ermitas, los santuarios que, en la soledad de los monttes y valles ofrecen consuelo a la piedad sencilla, habían perdido su inicencia, aquellos lugares propicios, en otro tiempo, a la oración, lo eran ahora para las emboscadas, y al humo del incienso había sucedido el de los fogonazos. Algunos presenciaron escenas sangrientas y hasta verdaderos combates.» (R.Farias, Memorias de la Guerra de la Independencia escritas por soldados franceses, Madrid, 1919)

En la Contestación del Provincial de la Orden, Fray Nicolas Canto, a las circulares de la Real Junta en diciembre de 1834, consta que en 1808 sólo seis religiosos habitaban el convento, que eran siete en 1828, tras la primera exclaustración, y finalmente, en el momento previo a la desamortización de Mendizábal sólo tres religiosos componían la comunidad. Sus nombres, según consta en un documento de 1831 eran Fray Pedro Luque, Prior, Fray Santos Cotado y el hermano lego Fray Pablo del Río.

Las gestiones para la exclaustración definitiva estaban ya en marcha antes de que mediara la década de los años 30 del siglo XIX. Posiblemente, esta se hizo efectiva en 1835 ó 1836 y, según reza en diversos documentos, aún en 1847 seguía el proceso administrativo en curso. Entre otras cosas, se consigna la tardanza de la autoridad compentente en presentarse para hacerse cargo de las obras de arte –concretamente los cuadros – procedentes del convento:

No habiéndose presentado los comisionados del Gobierno Civil para incutarse de las pinturas, se hallan igualmente entregadas a dicha Justicia y se advierte para que la superioridad disponga de ellas lo que estime justo y conveniente”.

Se ignora si en algún momento estas obras pasaron a la Comisión Provincial de Monumentos o si se perdieron, se sustrajeron o se subastaron como el resto de bienes del convento.  

Ruinas del convento en 1972. Foto familia Hualde

Efectivamente, aparte de las imágenes de santos y las vestiduras y ornamentos sagrados (que se describen en el siguiente epígrafe y que pasaron a la iglesia Parroquial), la mayor parte de las riquezas del convento la constituían sus tierras en el término de Salmerón y los impuestos a que le estaban obligados algunos de sus vecinos. La Desamortización pretendió una más justa distribución de esa riqueza, pero, en la práctica, las consecuencias fueron la pérdida de parte del patrimonio artístico, en este caso de Salmerón, y no se consiguió la pretendida justicia, ya que los bienes de la Iglesia fueron adquiridos por unas pocas familias, normalmente de comerciantes enriquecidos, que lo fueron aún más después de la subasta de los bienes expropiados.

Como consecuencia de todo ello, en 1850, fecha en que el erudito y arqueólogo madrileno Basilio Sebastián Castellanos de Losada pasó una temporada en Salmerón, el aspecto del abandonadio cenobio y de la ermita aledaña era desolador:

«Al fin de la frondosa vega al Mediodía se halla el molino de los Frailes, elconvento de Agustinos y la ermita de la Virgen del Puerto. La vega por el lado del convento es muy frondosa, poblada de altos chopos y copudos álamos, conociéndose lo fue mucho más antes que el actual poseedor del monasterio arrancase los árboles para sus usos particulares.(…) El viajero cristiano al pasar por la ermita de esta santa imagen no podrá menos de desconsolarse al ver la irreverencia en que se halla en una sucia ermita abierta y ruinosa, sobre un altar de fábrica sin adorno alguno, sitio que sirve para albergue de todo el mundo que por allí pasa y hasta para escandalosas escenas, y se admirará de que teniéndose en aquel país bastante fe en este sagrado simulacro, se tenga en tan punible abandono, o que ya que no se quiera poner con decencia su ermita, no se la lleve a la parroquia del pueblo.»

IV. DESCRIPCIÓN DEL CONVENTO Y SUS PERTENENCIAS

Las dependencias del monasterio de Santa María del Puerto se situaban en el margen izquierdo del camino –más tarde carretera- que conduce a Salmerón desde Guadalajara, aproximadamente a kilómetro y medio del pueblo (medio cuarto de legua, en las medidas de los documentos de la época). La iglesia se levantaba en la explanada anterior al paso del Arroyo de los Santos, a su derecha había un edificio donde estaban el refectorio, la despensa y distintas dependencias del convento, incluido su claustro. Nada más pasar el arroyo, se encontraba (y, afortunadamente, allí continúa) el pequeño humilladero donde se veneraba la imagen de la Virgen y, tras él, en una elevación del terreno estaba la llamada Casa de los Frailes. Las ruinas de las tres dependencias se conservaron hasta finales de los años 60 o comienzos de los setenta.

Interior de las ruinas de la iglesia del convento en 1972. Foto familia Hualde

El edificio principal, la iglesia, estaba orientado en dirección sur. Sus dimensiones eran de 25 varas de larga por 10 de ancha. Estaba construido de piedra, ladrillo y yeso. Sus muros estaban sustentados por machones externos, su tejado era agudo y con tejas y tenía una torre cuadrada sin concluir, a la que se accedía por una escalera de piedra y yeso. Las puertas por las que se entraba al interior del templo eran cuadradas y tenían dos hojas. Este era de una sola nave, tenía bóvedas arqueadas y a sus pies se situaba un coro abierto. Su ábside era poligonal, de trazas góticas. Delante de la puerta y cerrado por un pretil estaba el pequeño cementerio donde se enterraba a los fallecidos de la comunidad. Desde la iglesia, por unas escaleras de piedra se descendía a la cripta.

En el año 1849, en el informe que el Párroco don Juan Antonio Blasco y el Alcalde Constitucional Francisco Écija envían a la Comisión Provincial de Monumentos, consta que no había enterramientos ni estatuas en el convento. Los años pasados tras la desamortización y las guerras sufridas durante el último siglo habían, con toda probabilidad, perdido parte de su patrimonio y, entre otras cosas, el sepulcro del fundador, que, según dejó escrito Baltasar Porreño en el siglo XVII, estaba en la iglesia del convento, concretamente al lado del evangelio de la capilla mayor ”donde se ve su entierro con un bulto recio y en él su figura de piedra blanca”.

Al menos en la última época de la vida del convento se veneraba en su iglesia diversas imágenes conforme a la siguiente disposición: Presidían el Altar Mayor la imagen de Nuestra Señora del Puerto (entendemos que una réplica de la que veneró durante tantos años en la ermita) y San Nicolás de Tolentino (santo agustino muerto en 1305 y canonizado en 1446). En el altar lateral de la izquierda estaba la imagen del también agustino Santo Tomás de Villanueva; en el segundo altar de la izquierda se veneraba la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles; el tercer altar de la izquierda lo ocupaba la imagen del propio fundador de la Orden, San Agustín, y en el cuarto altar de la izquierda se hallaba la imagen de Santa Rita, monja agustina. En el altar colateral de la derecha estaban las imágenes de San Patricio y, de nuevo, la de San Agustín; en el segundo altar de la derecha, San José; en el tercero de la derecha estaba Nuestra Señora de la Correa, muy venerada por la orden agustina en distintas localidades españolas, y en el cuarto de la derecha, Santa Mónica, madre de San Agustín. Todas las imágenes estaban talladas en pino. Tras la exclaustración, todas las imágenes fueron conducidas en solemne procesión a la Iglesia Parroquial de Salmerón.

En el momento de la desamortización, el convento también poseía una serie de lienzos: uno representaba a Santa Eulalia, otro a la Virgen del Buen Consejo, otro el Rostro de Nuestro Señor Jesucristo. A esto se añadían “veinte y dos cuadros pequeños de lienzo de varias imágenes con marcos de pino” y “dos cuadritos de lámina de cobre”. Estas, junto con el resto de los bienes muebles de los frailes se entregaron “al comisionado de la Justicia de la Villa de Salmerón para su custodia” lo que obligaba a tenerlas “a disposición de la Real Caja de Amortización”.

Respecto al resto de bienes del convento hemos de consignar los enseres propios de la vida cotidiana de los frailes, en este momento extremadamente humildes, y las vestiduras y ornamentos sagrados. La relación de las vestiduras es la siguiente: Dos ternos de seda, uno de ellos blanco, compuesto y otro encarnado. Nueve casullas de seda: dos blancas, compuestas, dos encarnadas, una negra, otra morada y tres verdes. Otras diez casullas de varios colores incompletas. Tres albas. Una manga para cruz, de seda. Un frontal de seda. Un paño de púlpito de seda. Una banda de seda. Un roquete. Seis paños de altar. Tres amitos. Nueve purificadores. Tres cornualtares. Tres capas de seda: una negra otra blanca y otra morada. Un palio de seda. Los ornamentos sagrados incautados fueron: cinco bancos de pino que estaban en el coro; otro que estaba en la sacristía; un facistol de pino; un órgano “descompuesto”; dos campanas grandes de bronce; una campana pequeña de refectorio y otra pequeña de altar del mismo material; incensario, nabeta y cuchara de bronce; dos cálices de plata; dos cucharitas de plata para cálices; dos patenas de plata; una ampollita para óleos de plata; una cruz de bronce; dos lámparas y dos candelabros, también de bronce; una lámpara de hoja de lata; veintidós cadelabros de madera; tres sacras de hoja de lata; dos confesonarios y cuatro atrileras de madera; cuatro varas del palio; una urna con dos cajoncitos y dos reliquias y cinco misales.

Pero la mayor riqueza del convento la constituían las numerosas fincas en el término de Salmerón y los censos –a saber, impuestos que los habitantes del pueblo tenían que pagar a la comunidad agustina- que, en el momento del cierre del monasterio, se encontraban escriturados en su archivo. Aparte de los censos que obligaban a los vecinos, el concejo de Salmerón asignaba como limosna anualmente “sesenta reales para aceite a la lámpara de Nuestra Señora del Puerto”, según consta en el Catastro del marqués de La Ensenada. La sagrada imagen tenía voto de iluminación perpetua y parece ser que tuvo su lámpara encendida, al cuidado de los frailes, desde la fundación del convento hasta la exclaustración definitiva de la comunidad.

Hasta hace unos años no sabíamos cómo era la imagen de la Virgen previa a su destrucción en 1936. Únicamente teníamos el impagable testimonio de aquellas personas que guardaban memoria de los momentos previos a la Guerra Civil. Según confesión de algunas de estas personas se trataba de una talla de no mucha altura, vestida con manto, con el Niño en brazos y, literalmente, “con su rosariejo”. Destacaban sus grandes y hermosos ojos oscuros. Ningún parecido con el busto de alabastro de líneas clasicistas que se colocó en la ermita hace unos años.

Más acertada fue la colocación, allá por el año 1967, de una bonita imagen a la que vistieron con manto a la manera del original, en un momento en el que sólo habían pasado 30 años desde su destrucción y los recuerdos aún estaban frescos.

Imagen de la Virgen del Puerto en los años 60. Foto Francisco García Ortiz

Hoy día, gracias a la generosidad de la familia Silvestre que nos hizo llegar una foto familiar podemos tener ante nuestros ojos la imagen que veneraron nuestros antepasados.

Imagen de la Virgen del Puerto que se veneraba en la ermita en 1914

Por lo demás, las ruinas que sobrevivieron a las diversas guerras civiles han sido expoliadas por la incuria y los intereses particulares: hacia 1940 parte de los sillares del edificio conventual se emplearon en la construcción del frontón del pueblo (recientemente han salido a la luz algunos de ellos), el resto ha sido derruido paulatinamente por mano humana y, según se dice, la cripta con bóvedas y esculturas fue cegada clandestinamente en los años setenta. El último resto de pared del refectorio de los frailes se tiró en 2001.

Vista de la ermita y del último lienzo de pared del convento en el año 2001

Resulta doloroso pensar que Salmerón perdió de esta manera buena parte de su patrimonio histórico-artístico. Sirva este recuerdo para conservar lo que aún nos queda.

Para una historia completa de este convento pueden consultar el siguiente librohttps://www.aache.com/scripta/scripta21.htm

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