Personas y personajes de Salmerón (IV): Julián Hualde Trúpita, un guerrillero carlista (o las Guerras Carlistas en Salmerón y su comarca)

Personas y personajes de Salmerón (IV): Julián Hualde Trúpita, un guerrillero carlista (o las Guerras Carlistas en Salmerón y su comarca)

1. Quién era Julián Hualde.

Nacido en Salmerón, hijo de don Joaquín Bernardo de Hualde y de doña Paula de Trúpita, suponemos que muy a finales del siglo XVIII (post 1793, fecha del casamiento de sus padres), fue bautizado con los nombres de Julián Antonio. Uno de sus tíos fue el célebre canónigo Guillermo Hualde, apasionado defensor del Antiguo Régimen, y del que hablamos en una entrada anterior. El mayor de sus tíos, Bernardo Hualde y Falcón, se avencindó en Sigüenza, donde probó su condición hidalga, se jubiló como teniente capitán de caballería y sobre su descendencia hablaremos más tarde.

De Julián Antonio sólo sabemos que caso en 1825 con Antonia Álvarez y que, en su juventud, conoció la muerte del miembro principal de su familia, don Guillermo (1832) y, a continuación, la de Fernando VII (1833), y el cambio de la sociedad tradicionalista a la sociedad liberal.

2. El contexto histórico y sociológico de la primera Guerra Carlista.

Para entender un poco la situación me voy a permitir hacer una breve recapitulación del momento histórico en que se desarrolla la actividad de este personaje.

Fernando VII muere en septiembre de 1833 sin heredero varón. Sólo de su cuarta y última esposa, María Cristina de Borbón, tuvo dos hijas, la primera de las cuales, Isabel (futura Isabel II), está llamada a heredar la corona, ya que su padre en 1830 promulgó la llamada Pragmática Sanción, que anulaba la Ley Sálica, vigente hasta ese momento y que, en la práctica, impedía reinar a las mujeres. El hermano menor de Fernando, el infante Carlos María Isidro de Borbón, no aceptó esta decisión de su hermano y, a su muerte, proclamó para sí los derechos dinásticos, proclamándose rey con el nombre de Carlos V, frente a su sobrina la reina niña Isabel II. Esto fue el comienzo de una larga guerra civil en España que se desarrolló en tres fases, las llamadas guerras carlistas, que enfrentaron al gobierno liberal de Isabel, cuya Regencia ostentaba su madre María Cristina de Borbón durante la minoría de la niña, y a los partidarios del Pretendiente don Carlos, y, posteriormente, de sus herederos.

Curiosamente, las ideas tradicionalistas prendieron con especial fuerza en las zonas rurales, en el campesinado, la baja nobleza y el bajo estamento eclesiástico, que recelaban de las novedades, frente a los grandes núcleos urbanos que apoyaron a la reina niña. A los partidarios de Isabel II se les conoció como isabelinos o cristinos y a los de don Carlos como carlistas, apostólicos o tradicionalistas. En cualquier caso, desde la muerte de Fernando VII se instauró una auténtica dictadura policiaco-militar en España, para desarticular las tramas que habían organizado los seguidores de Carlos VII desde antes de la muerte del rey. Aun así, el conflicto duró más de cincuenta años en sus tres etapas:

Primera guerra carlista (1833-1840)

Segunda guerra carlista (1846-1849)

Tercera guerra carlista (1872-1876)

De estas tres fases, las que afectaron realmente a la zona de Guadalajara y Cuenca en que se encuentra nuestra comarca fueron la primera y la tercera.

3. La guerra en Guadalajara y en Salmerón. Incursiones en el pueblo y correrías de Julián Hualde

La contienda fue cruda y los cristinos, que consideraban a los carlistas como bandidos más que como opositores políticos, pasaron por las armas a cuantos apresaban, incluso cuando el enemigo se rendía. Ello llevó a una reacción similar por parte de los apostólicos y las partidas carlistas, organizadas a modo de guerrillas, no tuvieron piedad.

Salmerón fue invadido por primera vez a la vez que Priego y Valdeolivas, en noviembre de 1836, estando al mando de las tropas Cabrera, el terrible Tigre del Maestrazgo.

Aunque, en la Primera Guerra Carlista, los sucesos más notables para la provincia fueron posteriores, entre el 14 de mayo y el 15 de octubre de 1837, cuando la llamada Expedición Real, en la que iba el propio pretendiente al trono Carlos V, atravesó la provincia y fracasó, finalmente, en la llamada batalla de Aranzueque, el día 19 de septiembre de 1837, en esta localidad alcarreña, frente a las tropas cristinas comandadas por el general Espartero.

Ante esta derrota, el grueso de la Expedición Real se retiró a sus baluartes del norte de España, pero el general carlista Cabrera desde sus cuarteles del Maestrazgo hará de nuevo incursiones en nuestra comarca por Priego y la Hoya del Infantado.

Aun después de finalizada oficialmente la Primera Guerra Carlista en el norte de España con el llamado Abrazo de Vergara, el 31 de agosto de 1839, Cabrera siguió dirigiendo diversas tropas que se resistían a la rendición por Levante, Aragón y Castilla la Nueva, especialmente en Cuenca y Guadalajara. Dentro de ello, nuestra zona era especialmente apropiada para las correrías de las partidas carlistas por su orografía quebrada y por ser paso para el Bajo Aragón y Levante, donde eran fuertes los sublevados.

Y es en este momento cuando las facciones carlistas aumentan sin cesar y se recrudece la guerra en nuestra Hoya del Infantado y en el propio Salmerón, que, junto con Alcocer, fue centro de conspiraciones de los partidarios del autoproclamado Carlos V y, ante la represión cristina, surgen sin cesar alistamientos de jóvenes de la zona a la causa tradicionalista. Y es en este contexto de conspiraciones donde tenemos que situar la figura de Julián Hualde. La prensa no da noticias de él hasta la primavera de 1839, momento de especial enconamiento de la guerra en nuestra comarca, pero Hualde debió de ser uno de tantos jefes guerrilleros que, posiblemente con formación militar previa en la guerra del Trienio Liberal (1820-1823), se incorporaron a la lucha tras el levantamiento carlista, puesto que al final de la guerra era Capitán del Primer Escuadrón de Toledo, máxime cuando sabemos que su propio hermano, Bernardo de Hualde, vecino de Sigüenza, fue Teniente Capitán de Caballería.

Por una noticia de la prensa liberal de mayo de 1840, podemos suponer que, en una primera etapa de la guerra, Hualde había luchado con la partida del célebre Blas García, alias Perdiz, guerrillero que actuó especialmente por la zona de Ávila, y sabemos que luego marchó a Aragón, feudo carlista en este momento.

Ninguna noticia más hay de Julián Hualde hasta la primavera de 1839. En concreto, Salmerón fue invadido por la facción carlista a mando de Juan de Dios Polo junto con las tropas de Balmaseda y Cabrera, el 9 de mayo de 1839. En este momento ya estaba Hualde con ellos y en esta incursión la prensa dice que amenazó con matar a trece hombres en Salmerón. En realidad, lo que hicieron fue pedir 3000 duros y tomar como rehenes a todos los miembros del clero que había en la villa. Finalmente, sólo se llevaron a tres individuos pudientes, a los que posteriormente liberaron, tras el pago de rescate. La finalidad de esta y otras requisas de recursos era llevarlos a los fuertes que los carlistas tenían en las localidades de Beteta y Cañete.

Puede ser por esta época cuando, aún en compañía de Balmaseda, se dirige nuestro hombre a Valdeolivas, de dónde se lleva presos a más de 80 paisanos, y, después, a más de 60 de Gascueña.

En junio de este año, Hualde entra en El Recuenco, donde, en unión con el abogado Antonio Ruiz y el cura del lugar, registraron las casas y hasta los parajes del término, en busca de liberales, y finalmente se llevaron las reses de labor y, como rehenes, al alcalde constitucional y al escribano del lugar. Es preciso recordar que, durante esta guerra, las facciones pertenecientes al fuerte de Beteta controlaron la fábrica de vidrio de El Recuenco, que utilizaron para hacer granadas con este material.

A finales de septiembre de ese mismo año es de nuevo invadida la población de Salmerón por 200 infantes y 30 caballos, sin que se nos consigne si Hualde iba con ellos.

En octubre reaparecen los hombres de Cabrera con algunos batallones, entre ellos el Primer Escuadrón de Toledo, al que pertenecía Hualde. Este aparece ya como cabecilla de su propia facción. El radio de acción de este grupo se situaba en los pueblos de las márgenes derecha e izquierda del Tajo, como Cifuentes o Sacedón, y tenía su cuartel general en el mencionado fuerte de Beteta.

El 13 de octubre entra la facción de Hualde en Priego al mando de 40 o 50 hombres a caballo. Puede ser este el momento en que, según la prensa, hizo fusilar al alcalde de dicha localidad, igual que en un momento indeterminado hizo con el médico y el boticario de Sacedón.

Días después, en torno al 15 de octubre, entró con cuarenta hombres de su facción en Alcocer, donde estuvieron ocho horas confiscando las contribuciones y el diezmo, así como el vino de las tinajas de la villa. Es de señalar que, en este momento, muchos cristinos de la comarca habían abandonado sus poblaciones a fin de salvar sus vidas. Pues bien, en esta ocasión la facción exigió llevarse las reservas de cereal de los emigrados, bajo pena de la vida de quien se opusiera.

Al mes siguiente, el 23 de noviembre, vuelve a entrar con 30 caballos en Salmerón, donde, tras llevarse como rehenes al alcalde y a otras personas principales, requisa todo el grano del pósito municipal.

La situación se puso tan difícil para los cristinos en nuestra zona a finales de 1839, que el comandante general de la provincia envió una nota para que todos los liberales permanecieran en sus casas y no se movieran de sus municipios, aconsejando establecer destacamentos fuertes en la zona de Salmerón. No obstante, la población volvió a ser invadida por un numeroso grupo de entre 3000 y 4000 carlistas en febrero de 1840, sin que sepamos si Hualde iba aún en ella.

Sin embargo, la situación de las tropas partidarias de don Carlos en la primer a mitad de 1840 se hacía cada vez más difícil de mantener por el aislamiento en las comunicaciones y la baja moral de las escasas tropas que quedaban. Ya el 23 de octubre de 1839 ya la prensa cristina había anunciado que en la zona sólo quedaban los cabecillas Julián Hualde y Félix Priego, aunque es cierto que aún seguían uniéndose a ellas jóvenes voluntarios de los diversos pueblos de la zona. El fuerte de Beteta fue finalmente tomado el 21 de junio de ese mismo año por los cristinos, quienes lo destruyeron y con ello terminaba oficialmente la contienda en nuestra comarca, aunque aún en febrero de 1841 se detecta una mínima facción, encabezada por los llamados Corpa y El Pequeño, naturales de Salmerón, y con el resto de los hombres de Valdeolivas.

A partir de marzo de 1840 se fue dando por los pueblos de la zona la noticia de que los carlistas que dejasen las armas podrían acogerse al indulto. Un mes antes de la toma de Beteta por los cristinos, el 18 de mayo de 1840, sabemos que Hualde ya no está operativo, pues la prensa informa de que su esposa, junto con algunos otros emisarios de la facción de Beteta, ha llegado a la corte con el fin de pedir el indulto de su marido. No hay indicios ni información alguna que, por el momento, nos permita saber si se llegó a producir o no el mencionado indulto y cuál fue el final de Julián Hualde.

4. La Tercera Guerra Carlista, Salmerón, Alcocer y la familia Hualde

Como habíamos avanzado, la Tercera Guerra Carlista fue menos cruenta en la zona. Se trató, por otra parte, de un conflicto eminentemente rural, que afectó menos a los núcleos grandes de población. Una vez levantados en armas los carlistas en 1872, la guerra se generaliza en Guadalajara desde el mes de abril. Es cierto que las partidas provinciales eran escasas, pero se compensaron con las incursiones de las llegadas de Aragón y Levante, a las que se incorporaban con entusiasmo numerosos jóvenes de los pueblos de la provincia, eso sí, sin experiencia, ni preparación militar, ni armamento, aunque también se hallaban algunos veteranos de la Primer Guerra. Tanto es así que el Gobernador Civil de la provincia se quejaba de la falta de colaboración de los alcaldes en informar al ejército sobre la situación y actividad de las partidas carlistas.

Según los especialistas en el tema, el entusiasmo con que se acoge el carlismo entre el campesinado en este momento ya no tiene tanto que ver con cuestiones legitimistas (y sólo parcialmente con las religiosas) sino con el desencanto de un sistema liberal que, tras las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, había empobrecido a los municipios para enriquecer a unos cuantos terratenientes, que serán el germen del inmediato caciquismo que imperará poco después en la provincia. A estos, el manifiesto carlista provincial de 1873 les llama “impúdicos tiranuelos de lugar, polizontes vendidos […] señores salidos de la ley de desamortización, antes que, como los sapos, se hinchan en la inmunda laguna de la expropiación de los bienes del pueblo y de la Iglesia”, responsables de una actuación que “os valió el quedaros sin montes, sin dehesas, sin hornos y hasta sin fraguas”.

Así las cosas, las partidas de la facción fueron más frecuentes en la Serranía y en la Baja Alcarria, en la que se incluye nuestra comarca. El principal cabecilla que actuó en la zona fue el célebre Villalaín, y sabemos que hubo al menos un enfrentamiento en la cercana localidad de Alcocer, en septiembre 1874, en que la partida es vencida definitivamente por las tropas liberales. En Alcocer hubo también un importante núcleo carlista, representado, al menos, por Ignacio y Toribio Hualde Salcedo, primos hermanos de Julián Hualde, el cabecilla de la última guerra, puesto que eran hijos de su tío Bernardo Hualde Falcón. Al menos alguno de ellos ya dominaba el bando absolutista del pueblo antes del Trienio Liberal, puesto que en la presa de 1822 se afirma: “Ya no está al frente de los negocios de esta villa el sobrino del obispo de Cuenca Hualde”. De hecho, durante la Tercera Guerra el 1 de abril de 1874 el gobernador civil Juan Felipe Sendín ordenó que Toribio Hualde Salcedo, diputado provincial, junto con algunos de sus compañeros de probada filiación carlista cesasen en su cargo.

En cuanto a Salmerón, en este tercer conflicto carlista tenemos mucha menos documentación y apenas puedo hablar sino por lo que me ha llegado por tradición oral familiar. La otra rama de los Hualde, mucho más modesta que sus parientes, pese a descender del mayorazgo, eran también, naturalmente, simpatizantes de la causa carlista. Contaba mi abuelo que mi tatarabuelo Antonio Hualde, labrador acomodado, durante esta contienda consintió en esconder la bolsa de dinero de los facciosos, quienes, después del peligro, pasaron a recogerla. La represión política de los liberales fue inmisericorde. Por un decreto del Ministerio de Gracia y Justicia del 1 de agosto de 1874, se permitía el embargo de bienes “de las personas que constara hallarse incorporadas a las facciones o que sirvan a la causa carlista”. La ambigüedad en la redacción del documento daba pie para que se cometieran todo tipo de abusos, por lo que, con fecha de 14 de julio de ese año, aparecía una ley con normas concretas de cómo embargar los bienes de los militantes carlistas y los de quienes los auxiliaron. Basándose en esta ley, a mi tatarabuelo Antonio Hualde, a su mujer, Benita Viejo, y a sus hijos les fue embargada su espléndida vivienda situada en la calle de la Yedra número 5 (actual corral de la casa de doña Cristina, aún a nombre de la familia Hualde en el primer amillaramiento de Salmerón en 1862), fueron despojados de todos sus bienes y tuvieron que acogerse a la casa titulada como Perchel 18, en el callejón que hay en esta vía, una especie de cuadra, donde aún mi abuela encerraba sus gallinas.

Los delatores, Victoriano Culebras y su mujer (padres de doña Petra Culebras, caciquesa del pueblo en época de Romanones), se hicieron con todos sus bienes.

Los descendientes de Antonio Hualde, entre ellos su hijo Higinio (mi bisabuelo), quedaron sin posesiones. A principio del siglo XX, una nieta de don Antonio Hualde, mi tía abuela Melitona, y una prima suya “fueron a las Salesas”, al tribunal de Madrid, para reclamar los bienes confiscados y les dijeron que se había actuado conforme a derecho y no había vuelta atrás. Un hijo de Melitona, Andrés Acero Hualde, antes de morir, me contó que su abuelo Higinio había cogido “un libro donde estaba toda la historia de la familia” (entiendo que la ejecutoria de hidalguía) y, desesperado, lo quemó en la chimenea.

Son historias de una guerra que, como todas, ojalá nunca hubiera ocurrido, pero de la que, con el paso del tiempo, afortunadamente, podemos hablar sin ira.

Para elaborar esta entrada, que, debidamente ampliada, será un capítulo del libro que estoy escribiendo sobre la historia de Salmerón, además de una revisión sistemática de toda la prensa de la época, me he servido de varios artículos científicos de profesores expertos en historia del Carlismo y de alguna tesis doctoral dedicada al tema. Han sido muchas horas de lectura, investigación y de casar datos dispersos para elaborar un panorama que se aleje del simplismo de la foto fija. En la publicación definitiva daré cumplida cuenta de la bibliografía utilizada.

©Pilar Hualde Pascual

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