Casi todo el caserío de Salmerón, por lo menos aquel en el que se han conservado las construcciones antiguas, tiene minado su subsuelo por galerías y corredores que, en origen, secomunicaban entre sí. Los primeros datos escritos que tenemos de ellos aparecen en las respuestas al Catastro de La Ensenada, en 1752. Allí cada vecino describe las estancias que tiene en su vivienda (normalmente, planta baja, piso superior y cámara) y es una constante la referencia a estas cuevas que, en ese momento, ya se utilizan como bodegas particulares, según se describen las tinajas que hay en ella, y algunas de las cuales todavía se conservan.
Sin embargo, la factura de estas cuevas, realizadas, en ocasiones, con sillares de piedra (alguno de los cuales muestra, incluso, la marca de cantero), las diferentes formas de sus arcos y, sobre todo, el hecho de que en origen fueran un pasadizo corrido, que luego cada vecino ha ido cortando para delimitar su propiedad, nos hablan de una posible naturaleza defensiva originaria. También se dice que desde algunos de estos pasadizos se salía al campo y que otros llegaban hasta la iglesia, sin que yo haya tenido posibilidad de constatarlo.
Cabe la posibilidad de que estos subterráneos fueran en origen parte de la primitiva construcción fortificada de Salmerón. Esta tuvo que tener una primera fase de época musulmana, en la que la población sería poco más que una alquería en torno a una torre de vigilancia.
Tomado el asentamiento en torno al siglo XII, en torno a la fecha de la toma de Cuenca por Alfonso VIII, en 1177, se pasaría a una fortificación cristiana. Sabemos que Salmerón perteneció a doña Blanca de Potugal, nieta de doña Mayor Guillén de Guzmán, y que lo vendió a don Juan Manuel en 1312. Es conocido que en su castillo, asentado sobre el cerro en el que está actualmente situado el cementerio, terminó el erudito Infante su obra El Conde Lucanor.
Pero no debió de ser la fortaleza del Infante el único lugar con torreones de la localidad, ya que dentro del asentamiento primitivo del pueblo, que estuvo rodeado de muralla hasta el siglo XIX, existieron otros como indica el nombre de la calle de la Torrecilla. En cualquier caso, durante los avatares de los cambios de dueño que sufrió el pueblo durante el siglo XV, ya se habla del “castillo y casa fuerte de la villa”.
Podemos pensar que parte de estos subterráneos, en ocasiones simplemente excavados en la roca, pudieran remontar al asentamiento musulmán primitivo y que fueran rehechos en la Edad Media cristiana, como dan a entender aquellos tramos que están rematados con buena construcción de sillares.
Es verdad que distintos pueblos de la comarca presentan estructuras subterráneas parecidas, que, en ocasiones, como es el caso de Brihuega, son visitables y se publicitan como “cuevas árabes”.
Lo cierto es que las galerías subterráneas de Salmerón siguen guardando muchos secretos de nuestra historia.