Tomás López de Vargas Machuca (1730- 1802) fue un geógrafo y cartógrafo español, que llegó a tener el rango de Geógrafo del Rey y que el monarca puso al mando de su Gabinete de Geografía. El proyecto ambicioso de Tomás López era hacer un Atlas Geográfico de España. Para ello, a partir de 1766 comenzó a enviar un cuestionario de 14 preguntas a todos los párrocos de los pueblos del reino, a la vez que les solicitaban que le incluyeran un pequeño mapa de un radio de tres leguas alrededor del municipio.
No todos los municipios contestaron y, de los que lo hicieron, no todos incluyeron el mapita requerido. Dependió mucho del interés de cada párroco y del escribano que pasó al papel las respuestas del eclesiástico.
El vecino pueblo de Salmeroncillos fue uno de los afortunados que envió el informe y el mapa, que se conserva, junto con los del resto de los pueblos de España, en un manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional.
El texto está fechado en diciembre de 1786, y en él, el cura del lugar, don Manuel Duque Marzo, da cuenta de la orografía del término y de algunos otros detalles de interés, como la división de la villa en dos barrios, Salmeroncillo de Abajo, que contaba con 150 vecinos, y Salmeroncillo de Arriba que contaba con 60, pero que, en cuanto a Justicia y Cárcel funcionaban como un solo pueblo, dependiente de la jurisdicción de Huete y perteneciente al señorío de don Luis de la Guerra, a la sazón un niño de 12 años, residente en Escamilla.
La peculiaridad de la villa era (y es) que en cada barrio existía una iglesia: la de Abajo, dedicada a la Virgen de la Zarza, cuyos milagros ensalza el párroco redactor, y la de Arriba a Santa María Magdalena. No obstante, consigna que los vecinos iban a uno u otro templo, independientemente de donde vivieran, pues todos pertenecían a una cofradía de San Bartolomé y Santa Catalina. Señala que el patrón del lugar es San Pablo Apóstol y “su fiesta el 25 de enero en el barrio de Arriba”.
En lo geográfico indica los pueblos con los que linda: Valdeolivas, Villar de Ladrón, Alcocer, Millana, Escamilla y Salmerón (todos ellos distantes una legua) y que ambos barrios se sitúan en sendos altillos separados por el río, del que se dice que nace en Peralveche y, tras cruzar Castilforte y Salmerón, pasa por entre los Salmeroncillos para ir a desembocar en el caudaloso Guadiela, cerca de Los Cabezos de Alcocer. No se menciona, sin embargo, el nombre de este arroyo, que hoy conocemos como Garigay. También señala un lugar de monte bajo, “poblado de encinas, robles y otras matas bajas” y otro similar, pero más pequeño, llamado La Desilla, lindero con el término de Valdeolivas, y no deja de mencionar el Cerro Blanco.
Otro arroyo sin nombre que aparece en el texto tiene su nacimiento en Escamilla y a su paso por Los Salmeroncillos forma una vega donde se ponían los huertos y se indica a su izquierda la existencia de un altillo sobre el que se elevaba la ermita de San Bartolomé, que también aparece en el mapita anejo.
Muy interesante es la alusión a los tres molinos harineros que tuvo la villa y que quedan señalados en el mapa: el de los Padres Agustinos del convento de Salmerón, junto al mojón del término (nuestro llamado Molino del Palomar, hoy arruinado), el de las Monjas Franciscas de la Villa de Priego (supongo que es el Molino de la Peña) y el Molino “de el señor de esta Villa (sic)”, es decir, don Luis de la Guerra, y que hoy se sigue llamando el Molino del Señor y está convertido en Casa Rural. Señala también la existencia de “una puente de bastante firmeza”.
Tras señalar la existencia de huertos, frutales y viñas y buenas aguas y clima saludable, el documento permite saber que, en ese momento, se producen unos 16 nacimientos al año, frente a 8 muertes. Como se ve, una demografía creciente.
Los principales frutos que producía la tierra eran trigo, cebada, avena, alazor, escaña (un tipo de trigo pobre), almortas, judías, garbanzos, aceite, vino, hortalizas y frutas, pero en poca cantidad por la estrechez del término.
La escuela, en un momento en que no existía la enseñanza pública, la llevaba una fundación pía creada por el presbítero don José Flores, natural del pueblo, que había sido capellán de las Monjas Bernardas de la localidad de Pinto, en Madrid, y que quiso dejar este legado para la promoción de los habitantes de su villa natal.
No sabe contestar el párroco redactor nada sobre el nombre ni sobre la fundación del pueblo, aunque dice que se le puede conceder bastante antigüedad por haber en él restos de moros.
La caligrafía del texto no es de las más fáciles, pero se deja leer.