Durante siglos la construcción popular de Salmerón ha sido la llamada casa de entramado y la vivienda estaba distribuida en función de las necesidades familiares propias de la sociedad preindustrial. Actualmente apenas quedan ejemplos de este tipo de arquitectura, pero no está de más que recordemos de qué manera vivieron nuestros abuelos.
La arquitectura popular de los diversos lugares de España está condicionada por las necesidades medioambientales de los individuos que habitaron estas zonas en época preindustrial y por las propias materias primas de que se disponía en cada una de ellas.
El caso de Guadalajara es especialmente significativo al integrarse dentro de esta provincia comarcas tan dispares climática y morfológicamente como la Campiña, la Sierra o la Alcarria.
En el caso de Salmerón la arquitectura típica es la netamente alcarreña, bien diferenciada de la que puede observarse en las vecinas poblaciones serranas.
El núcleo urbano de Salmerón se asienta en una mediana elevación, rodeado de cerros más altos y su configuración, como la del resto de los pueblos alcarreños, es compacta y sus casas se agrupan en torno a la iglesia en forma de piña o cogollo. El entramado urbano lo conforman normalmente calles estrechas que sólo en ocasiones se abren en pequeñas plazas, necesarias para la comunicación vecinal durante siglos.
Es el caso de la plaza de la Llana, de la plazuela de la Fuente Grande o la de la Fuentecilla. Excepción es, naturalmente, la Plaza Mayor, de amplias dimensiones, que presenta el elemento típico del soportal –o, popularmente, sobreportal- cuyo uso ha sido tradicionalmente necesario para defenderse de las inclemencias del tiempo, especialmente los días en que había –y hay- venta ambulante.
La vivienda tradicional de Salmerón es la casa de entramado, propia de toda la comarca. La planta baja se construye de muros de mampostería, y sobre ella se asientan las restantes plantas de entramado de madera, que va relleno de piedra o, lo más común, de barro. Estos materiales pueden quedar vistos o revocarse con yeso o barro mezclado con paja. La planta superior gana unos centímetros a la inferior a cuenta de las vigas voladas cuyas cabezas sobresalen en la fachada.
El arquitecto popular, en ocasiones, da rienda a sus cualidades de artífice ornamentando las vigas, como en el caso de los canecillos del alero de una casa de la Cuesta Pina o del precioso voladizo de la calle de la Amargura.
Los tabiques interiores de la vivienda también son de entramado de madera y yeso o adobe, dejando vistas en sus techos vigas y bovedillas. La planta baja se inicia con el portal que da paso a la escalera de subida al piso alto, a las cuadras, al cuarto en el que se guardan los aperos de labranza y, en ocasiones, a la cocina, presidida por una gran chimenea sobre el hogar y verdadero ámbito en el que se desarrolla la vida familiar.
En la planta primera se sitúan los dormitorios y una pieza principal conocida aún como “la sala”. La última planta lo ocupa la cámara (equivalente a las buhardillas de otras zonas) que sirve de trastero o almacén y que en algunas viviendas da paso a la galería o secadero, habitualmente ornamentado con barandal de madera.
Por otra parte, los suelos suelen ser de barro o, en los portales, de canto rodado. Las ventanas son pequeñas, para evitar los calores del verano y los fríos del invierno.
Una peculiaridad de las casas de Salmerón es que casi todas ellas tienen cuevas que, por lo menos desde el siglo XVIII, se utilizaban para el almacenaje de vino, según los datos que proporciona el Catastro del Marqués de la Ensenada. Pero el origen de estas cuevas, perfectamente labradas con arcos de sillería -en los que a veces se puede ver la marca del cantero- es seguramente medieval y su primera utilidad debió de ser defensiva.
En realidad, muestras de la arquitectura autóctona apenas es posible encontrarlas ya en Salmerón en estado puro. Las casas se han remodelado o se han construido otras nuevas utilizando materiales extraños a la tradición autóctona, como los ladrillos o el cemento. También del interior van desapareciendo las cuadras –reconvertidas en cocheras en ocasiones- y la tradicional cocina con fuego bajo y chimenea ha sido sustituida por las modernas encimeras y campanas extractoras. El paso de la sociedad preindustrial y agrícola a esta en la que actualmente vivimos conlleva estos justificados y necesarios cambios. Sin embargo, sería deseable que, dentro del lógico avance en la manera de vivir, sepamos hacer convivir la comodidad y confortabilidad con el sentido de la estética.