Las inscripciones del edificio del Ayuntamiento

Las inscripciones del edificio del Ayuntamiento

Un recuerdo que tal vez compartáis algunos de los lectores de esta web es el haber reparado en nuestra infancia, mientras jugábamos en los soportales de la plaza, en las leyendas que adornan la fachada de sillares del edificio del Ayuntamiento.

Tan familiares llegaron a resultarnos estas sentencias que apenas nos hemos preguntado de dónde provenían y con qué objeto fueron grabadas en el muro del Concejo. En mi caso, al visitar el vecino pueblo de Valdeolivas, observé que en la fachada de uno de los edificios de su magnífica Plaza Vieja se leían algunas inscripciones coincidentes en parte con las de Salmerón y, a partir de ese momento, decidí investigar algo más a fondo el origen de esas frases que desde los sillares llevan hablando a muchas generaciones de salmeronenses, concretamente, desde 1681, fecha de construcción del edificio. Las sentencias en cuestión son tres: La maldición de la madre destruye, quema y abrasa [hijo]s y casa. (Al lado izquierdo de la puerta lateral del edificio).

Las sentencias en cuestión son tres:

La maldición de la madre destruye, quema y abrasa [hijo]s y casa. (Al lado izquierdo de la puerta lateral del edificio).
Dize Dios Ntro.Sr.: En la casa del que jura no faltará desventura. (Sobre la puerta lateral del edificio).
De toda palabra ociosa darán los hombres cuenta rigurosa. (Al lado derecho de la puerta lateral del edificio).

La primera de ellas es una paráfrasis del siguiente pasaje de uno de los libros del Antiguo Testamento, el Eclesiástico: “Quien respeta a su padre tendrá larga vida, /quien obedece al Señor conforta a su madre, /y sirve a sus padres como si fueran sus amos./Honra a tu padre de palabra y obra,/para que su bendición llegue hasta ti. /Porque la bendición del padre asegura la casa de sus hijos, /y la maldición de la madre arranca los cimientos”.

La segunda, también perteneciente al Antiguo Testamento, remonta a Zacarías, 5, 3-4: “ Él me dijo: «Esta es la Maldición que se desencadena sobre todo el país. Porque según lo escrito de un lado, todo ladrón será eliminado, y según lo escrito del otro, todo perjuro será eliminado. Yo la desencadenaré –oráculo del Señor de los ejércitos–: ella entrará en la casa del ladrón y en la casa del que jura falsamente por mi Nombre; se instalará en medio de su casa, y la consumirá junto con sus maderas y sus piedras»”.

La tercera, sin embargo, es elaboración de un texto del Nuevo Testamento, y son palabras que se ponen en boca de Jesús en Mateo 12, 36-37, “Pero yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio, pues por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.”

Algunos investigadores han señalado la frecuencia con que aparecen estas sentencias grabadas en las fachadas de varios templos en la antigua diócesis de Calahorra (La Rioja) y cómo se extienden también por Treviño (enclave burgalés en el interior de Álava), Bernedo (Álava) y Viana (Navarra). La explicación que se da para esta “moda” arquitectónica y ornamental está relacionada con la respuesta catequética que se quiso dar a los problemas teológicos que surgen a partir del Renacimiento. Sería, en definitiva, una manera de instruir al pueblo desde los muros de los edificios eclesiásticos y oficiales. Y es que no sólo se grababan estas sentencias en las fachadas de las iglesias, sino también en otro tipo de edificios, especialmente en los ayuntamientos.
Además, la dispersión geográfica de estas sentencias, en la medida que yo he podido rastrearla, se extiende por el País Vasco, Navarra, Castilla la Vieja y León y, por lo que a nosotros nos atañe, al menos por algunos municipios de Guadalajara y Cuenca.
Así, algunas de estas sentencias aparecen inscritas en los muros del templo en Ledesma de la Cogolla (La Rioja) y en Salas de los Infantes (Burgos). En Ledesma se documenta la sentencia “En la casa del que jura…” en la iglesia de Santa María (s.XII), si bien la inscripción, que debía de ser bastante posterior a la construcción del templo, desapareció después de 1950. En Salas aparecen dos de las sentencias, “En la casa del que jura…” y “La maldición de la madre….” en la iglesia de Santa María (s. XV/XVI), si bien la portada en que se documenta la inscripción es de 1549.
En otros casos las sentencias aparecen en otros tipos de edificios más o menos ligados al ámbito eclesiástico, como en Azofra (La Rioja), en pleno Camino de Santiago, donde la sentencia “En la casa del que jura…” aparece en el antiguo Hospital de Peregrinos y Pobres, actualmente bodegas de la localidad. Asimismo, en Villacorta (León), en el edificio de la antigua casa rectoral se puede ver la misma inscripción.
Pero tal vez lo más característico sea su aparición en las fachadas de las Casas  Consistoriales y otros edificios de carácter civil, como en el caso de Aibar (Navarra) en cuya fachada del siglo XVI aparecen las mismas tres sentencias que en Salmerón, en el de Urretxu (Guipúzcoa), en cuya Casa Areizaga, del siglo XVII, aparece la leyenda de “La maldición de la madre….” y en cuya casa-palacio (actual ayuntamiento) aparece la sentencia “En la casa del que jura…” o en Bergara (Guipúzcoa) en cuya casa consistorial de finales del siglo XVII aparece la misma frase inscrita en el muro.
Quizás el caso más parecido al de Salmerón es el del Ayuntamiento de Elorrio (Vizcaya), cuyo concejo, en mucho más amplias dimensiones, semeja por su morfología al originario edificio del Ayuntamiento de Salmerón con tres soportales y tres balcones corridos arquitrabados. También en su fachada se dejan leer dos de las tres sentencias que aparecen en nuestro pueblo: “De toda palabra ociosa…” y “En la casa del que jura…”

Ayuntamiento de Elorrio
Ayuntamiento de Salmerón hacia 1980

Dado que en Valdeolivas (Cuenca) también aparecen estas frases moralizantes, nuestro pueblo vecino y el propio Salmerón  (Guadalajara) serían los lugares más meridionales de la península en documentar este fenómeno.

Tal vez no sea ajeno a este hecho la circunstancia de que nuestras tierras fueran repobladas entre los siglos XII y XVI por hidalgos vascos y navarros quienes, entre otras cosas, extendieron por Castilla el juego del frontón o la presencia de la olma como símbolo consistorial.

El Ayuntamiento con su olmo hacia 1914

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