Virgen del Puerto: un monasterio olvidado de la provincia de Guadalajara

Virgen del Puerto: un monasterio olvidado de la provincia de Guadalajara

La ermita de la Virgen del Puerto, situada a poco más de un kilómetro de Salmerón, es el último vestigio de lo que fue un enclave monastico agustino de época bajomedieval. A unos dos kilómetros de Salmerón, en la margen izquierda de la carretera que conduce al pueblo desde la capital de la provincia, estuvo en su día situado el hoy desaparecido monasterio de Nuestra Señora del Puerto. En la actualidad sólo la presencia de un pequeño humilladero dedicado a esta advocación de la Virgen recuerda el lugar en el que estuvo enclavado el cenobio. Sin embargo, leyenda oral y antiguos documentos nos hablan de la historia del monasterio, hoy en buena medida olvidada.

La fundación del convento de frailes agustinos de Nuestra Señora del Puerto remonta al siglo XIV, en torno a 1342, época de especial esplendor del lugar debido a la predilección que por él tuvo el monarca Alfonso XI y a la construcción en el propio Salmerón del castillo del Infante don Juan Manuel, situado en un cerro al sur del pueblo, donde hoy se encuentra el cementerio, y que en tiempos de nuestros abuelos aún se conocía con el evocador nombre de «La Fortaleza». La leyenda atribuye la fundación del monasterio precisamente al despensero mayor del citado Don Juan Manuel, por nombre Gil Martínez, según nos cuenta Baltasar Porreño, cura de Sacedón y Córcoles, en un manuscrito del primer cuarto del siglo XVII. El mencionado caballero, se nos dice, iba un día de caza por el lugar donde hoy está situada la ermita. Aquel paraje, según cuenta la tradición, era entonces monte cerrado, difícil de pasar, por lo que se le daba la denominación de «puerto», que posteriormente dio lugar a la advocación mariana. Al atravesar por allí Gil Martínez, le salió al paso un animal terrible «que dicen era una sierpe» y el atribulado caballero pidió la ayuda de la Virgen con las siguientes palabras, a decir de los salmeronenses más ancianos:»Virgen del Puerto, si me sacas de este apuro te hago un covento, con sus agustinos dentro» o «con un San Agustín dentro», según distintas variantes. La Virgen se apareció entonces y, con su ayuda, Gil Martínez logró matar a la serpiente y desde entonces se veneró la imagen de la Virgen del Puerto en aquel lugar. Agradecido el caballero costeó la fundación del monasterio de agustinos, que no llegó a ver terminado, pues murió estando en marcha la construcción del convento, cuya iglesia, claustros y refectorio sí había concluido. A su muerte, fue enterrado en el lado del Evangelio de la capilla mayor «donde se ve su entierro con un bulto recio y en él su figura de piedra blanca» a decir de Baltasar Porreño tres siglos más tarde.

Ermita y ruinas del convento a finales de los años 60

Una segunda tradición se une a la leyenda de la Virgen del Puerto y es la que cuenta que en el convento se encontraba el cuerpo incorrupto de Santa Isabel de Hungría, hija del rey Andrés de este país, y esposa de Latigravio, duque de Turingia. Esta sorprendente noticia la trasmite asimismo Baltasar Porreño en el mencionado manuscrito y da cuenta de la aparición del cuerpo de la santa en el momento de la construcción de convento: «cuyo cuerpo se halló edificando un quarto de esta casa…en la parte donde ahora está la sacristía…el qual santo cuerpo e tocado con mis manos». Nos cuenta también Porreño de la devoción por esta santa en la localidad, de los numerosos milagros sucedidos por su intercesión y de las ocasiones en que el cuerpo era sacado en rogativas para pedir agua contra la sequía, como en el año 1621. Sin embargo, no cuenta como llegó a Salmerón el cuerpo de la Santa, que había muerto en Maumburgen en 1225, es decir, más de un siglo antes del supuesto hallazgo de su cuerpo en Salmerón, siendo canonizada posteriormente por Gregorio IX.

Santa Isabel de Hungría, cuyos restos supuestamente se conservaban en el convento de Salmerón

Hasta aquí la leyenda. En cuanto a la documentación histórica que nos habla de la fundación y vida del convento y del santuario hemos de recurrir a los datos transmitidos en el siglo XVI por Fray Jerónimo Román en sus Centurias, a lo que nos cuenta Fray Tomás de Herrera en un manuscrito inédito del siglo XVII, lo que podemos completar con la visión que nos da el anticuario Basilio Sebastián Castellanos de Losada en 1850, una vez que el monasterio ya ha sido abandonado por los frailes tras la desamortización de Mendizábal.

Fray Jerónimo Román, en su mencionada obra de 1569, nos cuenta en su centuria décima la fundación de la casa de Salmerón, que el data en 1342, aludiendo también como fundador de la misma al citado Gil Martínez «criado de Señor Infante don Joan Manuel», el cual «labró la Iglesia, claustros y refitorio y dexó grandes rentas» al convento. Nos cuenta también cómo Alfonso XI hizo grandes mercedes al monasterio y que firmaron el privilegio de su fundación «sus hijos del rey, y su señor y amo, el Infante don Joan Manuel, y veintisiete obispos, tres maestres de cavallería, y veinticinco grandes del reino». Este documento se conservaría en el convento en época de Fray Jerónimo.

El manuscrito de Fray Tomás de Herrera es una memoria de los privilegios y mercedes que los reyes de España concedieron al Monasterio de Nuestra Señora del Puerto desde su fundación por Gil Martínez en el siglo XIV. Se relacionan once privilegios que son los siguientes:

El primero es una confirmación de Alfonso XI de otros privilegios dados por Fernando III en 1307 a los religiosos de la Orden de San Agustín para que pudieran gozar de las exenciones y gracias concedidas por el Papa Urbano IV en bula dada en Roma a once de junio de 1262. Esta confirmación de Alfonso XI, que en el siglo XVII se conservaría en el convento de la Virgen del Puerto, se concedió a petición del fundador Gil Martínez, supuestamente en 1338. Nos dice literalmente Fray Tomás de Herrera: «No he podido averiguar más certeza de la fundación de este convento»

El segundo privilegio es una confirmación de Pedro el Cruel, dada en Valladolid en octubre de 1351, de una merced concedida al convento por Alfonso IX y dada en Madrid en marzo de 1337, por la cual los religiosos y criados del convento no tendrían que pagar portazgos y derechos de ninguna cosa que llevasen «como no fuesen las prohibidas por leyes y pragmáticas de todos los Reinos de España»

Traslado del Privilegio dado por Alfonso XI al convento

El tercero es una merced de mil quinientos maravedíes anuales a perpetuidad para el vestuario de los religiosos de la villa de Salmerón «sobre una alcabala que llaman La Martiniega, porque se paga el día de San Martín». Fue dado en Sevilla en octubre de 1340

El cuarto son dos confirmaciones de la merced anterior, una dada por Alfonso XI, en Sevilla en octubre de 1341, y otra de su hijo, Pedro el Cruel, dada en Valladolid en octubre de 1351.

El quinto es una merced por la cual Alfonso XI concede anualmente al convento cinco cahices de sal de las salinas de Atienza «cada cahíz a dieciocho fanegas». Fue dada en Algeciras en abril de 1343.

El sexto es una confirmación del anterior, dada por Juana la Loca, en Burgos, en diciembre de 1511.

El séptimo son tres confirmaciones de la merced de la sal dadas una por Felipe II en Madrid, en marzo de 1562, otra por Felipe III, en San Martín de la Vega, en enero de 1595 y la tercera por Felipe IV, dada en Madrid en abril de 1623

El octavo es la merced dada al convento por Enrique II, hermano de Pedro el Cruel, por la que se concede «que este convento pueda tener doce criados, los cuales sean libres de pechos y alcabalas y repartimentos en todos los lugares de España todo el tiempo que estuvieren en el servicio de este convento y que faltando uno o más los podamos señalar que siempre esté cumplido el número de los criados». Se dio en Valladolid, en Marzo de 1371.

El noveno es la confirmación del anterior, dado por Juan II, en Alcalá de Henares, en abril de 1408

El décimo es una confirmación de Enrique II de todos los privilegios y mercedes concedidos al convento por los reyes anteriores y se dio en Burgos, en febrero de 1379

El undécimo es otro privilegio de Juan II, quien en Alcalá de Henares, en marzo de 1408 confirma todos los privilegios y mercedes concedidos hasta su reinado a este convento. Junto a este documento hay una confirmación de dicho privilegio dada por Enrique IV en Medina del Campo en mayo de 1456

Se sabe que el convento tuvo estudio de gramática y artes, que se impartían alternativamente por trienios. Su hacienda, compuesta por 3000 reales de renta, 200 fanegas de trigo, 9000 vides y 1500 olivos, permitía el sustento de los doce religiosos que componían la comunidad y con sus bienes se edificó el colegio de San Agustín de la Universidad de Alcalá.

Pocos datos más tenemos sobre la historia de nuestro monasterio hasta que Castellanos de Losada, polígrafo y anticuario que conoció bien la villa de Salmerón, nos describe la situación del convento en 1850 con las siguientes palabras:

«Al fin de la frondosa vega al Mediodía se halla el molino de los Frailes, el convento de Agustinos y la ermita de la Virgen del Puerto. La vega por el lado del convento es muy frondosa, poblada de altos chopos y copudos álamos, conociéndose lo fue mucho más antes que el actual poseedor del monasterio arrancase los árboles para sus usos particulares.[…] En el cerro de Poniente, a cuya falda se halla el convento existe otra gran cueva como de la mitad de buque de la anterior y dentro de la cual se halla una fuente natural de buena agua y bastante abundante aún en verano, a la que se llama la fuente de la Sierpe de los frailes, nombre que la dan porque aseguran los naturales haberse haberse anidado allí una desmesurada serpiente que se logró matar con el auxilio de Ntra.Sra. del Puerto».

Castellanos en su relato deplora el descuido en que ha caído la ermita después que la Desamortización de Mendizábal desalojase a la comunidad agustina del convento, describiendo el abandono en que cayó la sagrada imagen, y del que ya se había dolido en su poema «Recuerdos de Salmerón», donde se lamenta «La Virgen del Puerto a oscuras», haciendo referencia, probablemente, al voto de iluminación perpetua que tuvo la imagen desde los tiempos del fundador del convento:»El viajero cristiano al pasar por la ermita de esta santa imagen no podrá menos de desconsolarse al ver la irreverencia en que se halla en una sucia ermita abierta y ruinosa, sobre un altar de fábrica sin adorno alguno, sitio que sirve para albergue de todo el mundo que por allí pasa y hasta para escandalosas escenas, y se admirará de que teniéndose en aquel país bastante fe en este sagrado simulacro, se tenga en tan punible abandono, o que ya que no se quiera poner con decencia su ermita, no se la lleve a la parroquia del pueblo». Parece ser que, en efecto, la imagen de la Virgen del Puerto nunca abandonó su ermita, a diferencia del resto de las imágenes de la iglesia del convento que, tras la Desamortización, fueron conducidas en solemne procesión hasta la iglesia parroquial de la localidad.

Tras el testimonio de Castellanos de Losada todo es silencio respecto a la suerte del monasterio y del pequeño santuario. La primitiva imagen de Ntra. Sra. del Puerto, aquella que según la tradición local se apareciera a Gil Martínez, se debió de perder en los sucesivos avatares por los que pasó el convento, y la que se veneraba a principios del siglo XX, una talla del XIX, fue destruida en los lamentables sucesos de 1936. Las personas más ancianas del lugar la describían como una imagen pequeña, vestida con manto, de manera que sólo quedaban a la vista la cara y las manos, con el Niño en los brazos y «con su rosariejo». El detalle que más recuerdan es el de los grandes y hermosos ojos de la imagen, que hacía exclamar a alguna jovencita de la época, orgullosa de su físico: «tengo los ojos como la Virgen del Puerto». Hoy, gracias a la generosidad de la familia Silvestre que nos ha proporcionado una foto, podemos observar la imagen de la Virgen que veneraron nuestros abuelos.

La Virgen del Puerto a la puerta de su ermita en 1914

Después de la guerra civil la ermita, semiderruida, estuvo cerrada al culto durante más de veinticinco años. A mitad de los años sesenta, el párroco local la restauró y colocó en su interior una imagen de la Virgen que reemplazase a la original. A finales de los años ochenta se ha llevado a cabo una nueva remodelación del santuario, del que se ha sacado a la luz los sillares originarios, descubriéndose cuatro arcos, uno grande a modo de puerta de entrada y otro como ventana en cada uno de los laterales de la ermita, de planta cuadrangular. Lamentablemente para muchos, la imagen de la Virgen ha sido sustituida por una de nuevo cuño, un busto de alabastro de línea clasicista, para la que no se ha tenido en cuenta las características de la primitiva Virgen del Puerto, ni las de la imaginería popular de la zona.

Respecto al desaparecido monasterio, este se organizaba en tres partes: la «casa de los frailes», situado en una elevación detrás de la ermita, la iglesia, al otro lado del arroyo, en la ladera del «cerro de la sierpe» y, junto a ella, diversas dependencias anejas al convento. Hasta mediados de los años sesenta era posible adivinar la planta de la iglesia, de líneas góticas, en la que se podían ver hornacinas de antiguos enterramientos, vestigios del presbiterio y aún escaleras que descendían a una posible cripta. Junto a estas ruinas se conservaban las paredes de las dependencias que servían de refectorio y despensas y cuyo último muro ha sido derribado este mismo año. Es de suponer que, a partir del momento de la Desamortización, el convento, abandonado, fuera pasto del descuido, la ignorancia y los intereses particulares. Los sillares que lo construían se reutilizaron en diversas obras, como la del frontón del pueblo en 1940. Y así, poco a poco, ha llegado a desaparecer totalmente el que fuera un enclave monástico bajomedieval de nuestra provincia. Hoy día sólo la toponimia, que ya únicamente conocen los más mayores, recuerda lo que fue el convento desde el siglo XIV al XIX, y así tenemos «la era de los frailes», «el calzadizo de los frailes» (conducción de agua de varios kilómetros) o la mencionada «cueva de la serpiente de los frailes».

Calzaizo de los frailes 1972

Actualmente, nada se puede hacer ya, salvo lamentar que el pueblo de Salmerón y la provincia de Guadalajara perdieran, una vez más, parte de su patrimonio histórico. Sirvan únicamente estas líneas de testimonio contra el olvido.

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