En otras entradas nos hemos referido a la inscripción que figura bajo el reloj del ayuntamiento de Salmerón, en la que figura el nombre de la donante, Doña Petra Culebras. Para situarla, hemos de hablar de su vinculación con el Conde de Romanones y de la época del caciquismo de éste en nuestra privincia.
Efectivamente, Álvaro Figueroa y Torres Mendieta, más conocido por su título de Conde de Romanones, fue un político español de principios del siglo XX muy vinculado a la provincia de Guadalajara, por la que fue elegido diputado a Cortes de forma ininterrumpida desde 1888 hasta 1936. Militante del Partido Liberal, teóricamente un partido “progresista”, representó, sin embargo, el más rancio caciquismo de la España del momento. Su feudo era nuestra provincia, donde conseguía los votos para salir diputado, con un férreo control de la política local, conseguido por su bien cuidada red clientelar y cacicquil, sustentada con prebendas económicas y laborales, con las que se aseguraba los votos necesarios para seguir en el poder. Incluso desincentivaba a sus rivales a presentarse a elecciones, convenciéndoles de la imposibilidad de ganarle en los comicios. Y así, Guadalajara siguió con su fidelidad a Romanones, independientemente de que las tendencias del momento fueran liberales o conservadoras.
Salmerón, por supuesto, no fue ajeno a esta situación de virulento caciquismo que dio lugar a una época extraordinariamente conflictiva. El hombre de Romanones en la comarca era su secretario, Manuel Brocas, diputado por Pastrana. Y amigos de Brocas y ejecutores del caciquismo local fueron la familia Culebras, representada en las primeras décadas del siglo XX por la figura de Petra Culebras.
Tanto Petra como su hermano Mariano Culebras eran hijos de Victoriano Culebras, un pequeño industrial enriquecido tras las desamortizaciones y las guerras carlistas.
Dueños ambos hermanos de un extenso patrimonio, Mariano se dedicó a los negocios, especialmente a la trata de ganado mular. Casado con Bernarda Francholí, hija de la terrateniente doña Pía Falcón, fue padre de doña Eusebia Culebras y abuelo de doña Cristina Fernández.
La hermana, Petra Culebras, soltera, se dedicó, desde el segundo plano que su condición de mujer le imponía en su época, a mover los hilos de la política local, ganándose afectos y votos mediante favores o amenazas y llegando así a sentar en el sillón de la Alcaldía a su hermano Mariano, de manera que ella pudiera seguir ejerciendo el poder en la sombra.
También consiguió el cargo de Juez Municipal para su sobrino, uno de los farmacéuticos de Salmerón, en un caso evidente de nepotismo político.
La prensa, en torno a 1912, compara el poder de la señora Culebras con el de un sultanato oriental, como podéis ver en dos artículos que aquí os dejo para los que tengáis la curiosidad de leerlos. Se dice que “el caso de Salmerón es verdaderamente escandaloso”.
La fatalidad hizo que Mariano Culebras falleciera poco después de llegar a la Alcaldía y el poder en la sombra de doña Petra quedó en manos de su sobrino político, Luis Fernández Navarro, yerno del desaparecido Mariano e íntimo amigo de Brocas y de Romanones.
No he logrado averiguar la fecha de la muerte de doña Petra, cuyo panteón, degraciadamente, se deteriora día a día en el camposanto de Salmerón, sin que ningún descendiente se haya decidido a adecentarlo. Un poco más adelante, una cruz de hierro muestra una inscripción que dice que fue donación de Mariano Culebras.
Las personas pasan, los hechos quedan. Permítaseme acabar con un latinajo que viene muy a cuento para asuntos como estos: Sic transit gloria mundi.
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