La segunda fiesta grande de Salmerón, detrás de la del Santo Cristo de la Buena Muerte, era la fiesta de la Cruz, que se celebraba el día 3 de mayo, como conmemoración de la llamada invención o encuentro de la Santa Cruz por parte de Santa Elena. A esta fiesta se la conocía popularmente como “el día de la Cruz” o de “la Cruz de mayo”. Su celebración en Salmerón era tan grande que hasta había baile y toros.
Este trabajo es debido a nuestro paisano y amigo Tomás Santana Rey. Yo únicamente le he ayudado con una investigación en los fondos de la Prensa Histórica y he retocado la redacción final.
Salmerón, durante el siglo XIX y principios del XX, tenía muy escasa industria. Si exceptuamos los importantes talleres de herrería que tuvo Francisco Ramón en torno a 1850, apenas la actividad de tres o cuatro molinos harineros y dos aceiteros comprendían toda actividad económica que no estuviera ligada a la explotación agrícola y ganadera, dejando aparte el comercio. La situación de los habitantes de la villa durante la primera década del pasado siglo presentaba condiciones duras: una economía que dependía de los rigores del clima, impuestos, carestía y la lacra del caciquismo que emponzoñaba la vida local.
En varias ocasiones he manifestado mi afición por el coleccionismo de libros antiguos sobre Guadalajara y La Alcarria, en general. Pero también, cuando sale la ocasión, procuro comprar todo tipo de papeles antiguos que hagan referencia a Salmerón y a Sigue leyendo →
En la economía familiar de Salmerón de la época preindustrial era fundamental el autoabastecimiento de materias primas: cereales para el pan, olivas para tener aceite y viñas con cuyas uvas se elaboraba el vino. Tres elementos fundamentales para la economía alcarreña, castellana y mediterránea en general. En cada casa, en mayor o menor medida, dependiendo de su posición social y económica, se tenían estos bienes procedentes de la tierra.
La consagración de ermitas a la Virgen o a diversos santos es una práctica piadosa que viene de antiguo. Ligadas en principio al retiro en soledad de un penitente, con en tiempo la palabra ermita pasó a denominar a pequeñas capillas elevadas, normalmente, fuera de las poblaciones y que tenían culto sólo de forma ocasional, en especial el día en que se celebraba el santo o Virgen cuya imagen se veneraba en el edificio.
Uno de los documentos más antiguos que se conservan sobre Salmerón, y que alude a un curioso episodio de disputa con el cercano lugar de Albendea, remonta al siglo XV, en concreto, al año 1487, y se conserva en el Archivo de Simancas, en Valladolid.
Nos hemos referido en alguna de nuestras entradas al comercio en Salmerón en el siglo XIX. Pero hubo quienes, siendo familia de comerciantes, dieron el salto a la capital y tuvieron importantes empresas. Es el caso de Julián Écija, que fue dueño de los cafés Guilis.
Esta entrada sobre los oficios antiguos de Salmerón se debe a Tomás Santana Rey, que me ha proporcionado la información, el material y las fotografías. Yo sólo he añadido la redacción.
Antes de las horribles y peligrosísimas uralitas y de las bastante antiestéticas tejas industriales, en Salmerón, como en otros muchos lugares, existió el oficio de tejero y su “talleres”, que se llamaban tejares, estaban en el campo, cerca de las materias primas, la tierra, el agua y la leña, con las que se elaboraban aquellas maravillosas tejas tradicionales que se suelen denominar “teja árabe”.
La existencia de herreros en el mundo rural de antaño era fundamental, sobre todo, por la cantidad de caballerías, básicas para la existencia familiar, que necesitaban herraduras periódicamente. Baste decir que en el año 1953, ya con la población algo disminuida por la emigración, aún había en Salmerón tres fraguas.